La patrona del mar camina con ellos desde los inicios, desde que el barrio se asienta y configura su identidad.

Siendo uno de los pocos símbolos que aún perduran en nuestras sociedades contemporáneas, enseñándonos como las necesidades humanas siguen siendo, aunque parezcan haber desaparecido, las mismas que como especie siempre tuvimos -pertenecer,cooperar,dar y recibir-, estas necesidades se materializan en un  eje que consigue unificar en consenso lo que la mayoría de veces separan las diferencias personales o ideológicas. La virgen ejerce de árbitro, de juez,  de aquél ojo omnipresente que nosotros mismos somos incapaces de comprender que quizá existe, pero que debemos materializar con nombre y forma, para que nos enseñe fuera, lo que todos llevamos dentro.

En un futuro donde se difuminan las líneas de los ejes comunes totalmente definidos, como antiguamente lo era la religión, o la posición política, y en el momento presente donde se establecen  múltiples nichos y arquetipos donde «estar», sintiéndose parte de algo, su Virgen del Carmen viene a radiografiar y dejarnos un espejo, de como en este caso, el barrio de la Barceloneta,  sigue conformando una personalidad que soporta los cambios conductuales y de «cohesión» de nuestro presente digitalizado, efímero y banal.

La virgen sigue viva, y que aún lo esté nos debe hacer reflexionar. Contiene todos los secretos más importantes que tenemos como especie y que este barrio enseña con orgullo.

 

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